Desde Muévete Conmigo, te contamos que, aunque el ejercicio tiene unos costes energéticos, estos son superados, con creces, por los beneficios a largo plazo para la salud y la longevidad. Los costes de la actividad física, a nivel energético son considerables, básicamente, porque el ejercicio produce en el organismo ciertos daños que tienen que ser reparados. En este artículo te contamos todo lo que necesitas saber al respecto.

¿Cuáles son los costes de la actividad física?

Como ya te adelantamos, la actividad física tiene ciertos costes para el organismo. Aunque el ejercicio tiene estos costes energéticos, pueden superarse por los beneficios a largo plazo para la salud. Ya mencionamos, además, que la actividad física produce en el organismo una serie de daños que deben ser reparados, pero estas reparaciones no devuelven al organismo a su estado anterior, sino que, en muchas ocasiones, le lleva a un estado mejor del que tenía.

Los costes de la actividad física incluyen cambios en la homeostasis

De forma similar a cuando, por ejemplo, vamos a guardar una prenda en el armario y acabamos eliminando prendas que ya no usamos, llevando al fondo prendas que no son de la temporada y armario termina mucho más limpio, ordenado y útil que al principio.

Estos mecanismos de mantenimiento y reparación, provocados por la actividad física, se sostienen y siguen funcionando también cuando envejecemos, lo que permite que los mayores físicamente activos se puedan seguir aprovechando de estos mecanismos, evitando la fragilidad y beneficiándose de una mayor calidad de vida.

Alteración de la homeostasis: Costes de la actividad física

Al hablar de los costes de la actividad física, no podemos pasar por hecho el alto de que esta produce una alteración de la homeostasis. La homeostasis hace referencia al estado relativamente constante en el que se tiene que mantener el organismo. Sin embargo, este no es un estado fijo e inmóvil y que permanece inalterable a lo largo del tiempo, por el contrario, está en constante cambio.

Cabe destacar que estas modificaciones nunca pueden ser grandes y el organismo tiene mecanismos para volver a ese estado de equilibrio. Dentro de los costes de la actividad física encontramos, entonces, que el ejercicio produce una alteración de la homeostasis y, en esta situación, el cuerpo no se encuentra cómodo. Para ello pone en marcha mecanismos, unos inmediatos y otros a largo plazo.

Mecanismos inmediatos

Los mecanismos inmediatos pretenden volver lo antes posible a los valores normales denominados punto de ajuste o intervalo del punto de ajuste. Aquí se ponen en funcionamiento mecanismos distintos para retornar cada uno de los valores a su punto de ajuste.

Por ejemplo, cuando se hace ejercicio la temperatura corporal aumenta. El punto de ajuste de la temperatura corporal está en torno a los 36,7 °C. Un aumento de unos pocos grados puede poner en riesgo la vida y, para evitar esto, se ponen en marcha mecanismos de regulación térmica, como es la sudoración, para evitar que la temperatura alcanza valores elevados. Existen múltiples mecanismos de ajuste en el cuerpo humano para mantener la homeostasis.

La actividad física acarrea beneficios si se practica de forma constante

Mecanismos a largo plazo

Cuando el ejercicio se produce de forma regular y se mantiene en el tiempo, además de los mecanismos inmediatos, el cuerpo, se adapta realizando modificaciones para que sea más difícil sacarle de sus puntos de ajuste.

Por ejemplo, el ejercicio provoca una mayor necesidad de aportar oxígeno y nutrientes a los músculos. Estos llegan al músculo a través de la sangre que es transportada por el sistema circulatorio y movida por el corazón. Como aumentan las necesidades de nutrientes, se necesita que llegue más sangre a los músculos.

El aumento de la cantidad de sangre que llega a los músculos, solo es posible cubrirla, de forma inmediata, aumentando la frecuencia cardiaca. Este aumento de la frecuencia cardíaca supone sacar este valor de su punto de ajuste. La sangre circula por las venas y arterias y la cantidad de sangre que llega a los músculos viene determinada, entre otras cosas, por la fuerza con que se impulsa la sangre desde el corazón y la resistencia que encuentra la sangre para circular por venas y arterias.

Cuando se lleva un régimen de vida sedentario las venas y arterias tienden a perder elasticidad, lo que ocasiona un aumento de la resistencia periférica. Cuando se realiza ejercicio de forma regular y constante, esta rigidez del aparato circulatorio se reduce haciéndolo más elástico. Todo esto facilita que llegue más sangre a las zonas corporales que más lo necesitan. Esta es una de las adaptaciones que contribuyen a reducir el riesgo cardiovascular por realizar ejercicio. Como esta adaptación, el organismo realiza muchas otras, que tendrán más o menos intensidad en función de la actividad física realizada.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *